LEER: La caja sonora de Guayaquil

El sonido de una caja musical de muñeca, con la bailarina rotando al centro, es inalterable. Una y otra vez, sonará Beethoven con su melodía Für Elise (Para Elisa). Las ciudades, en cambio, según sus ambientes y épocas, marcan sus ritmos. La caja sonora urbana es una composición mutante.

De Guayaquil se ha dicho de todo: que es la más poblada, que es el Puerto Principal…pero no muchos se han detenido a definir a qué suena. Juan José Ripalda, la escucha como al canto de los tilingos y los loros; Piedad Delgadillo la resume en las letras de Carlos Rubira Infante; Emilio Sánchez se queda con las voces del lotero, el agua helada, el busetero; y Bolívar Mosquera, centra su atención en las piletas del Parque Samanes.

Sus reproducciones dan forma al Guayaquil diverso.

Cada uno de ellos está vinculado a los sonidos. Emilio es el más cercano: lo que escucha representa un 75 % de sus días. “En ocasiones sabemos que un compañero viene solo por la manera en que golpea el bastón en la baldosa”, cuenta el hombre quien desde sus 18 años lleva gafas oscuras. Emilio es no vidente y usa una bata blanca mientras hace las veces de director de la Sala Braille y Sonora de la Biblioteca Municipal de Guayaquil.

Su oficina es rectangular y tiene ventana a la calle 10 de agosto y Chile, apenas a una cuadra del Parque Seminario. “Hicimos un trabajo empírico; íbamos a la Metrovía, subiendo por Las Peñas, cruzando hasta el otro lado del río. Lo grabamos, pero no ha sido archivado”, recuerda.

 

El tipo de grabaciones de las que habla Emilio, sí las completó Juan José y las plasmó en un mapa sonoro de Guayaquil. Fueron 200 audios y el trabajo de rescatar sonidos se convirtió en parte de sus materias como profesor universitario. Hoy docente de la Universidad de las Artes, Juan José apela a la memoria y al paisaje sonoro. En 2018 promete regresar con su plataforma.

Este ingeniero en sonido diseña una ‘orquesta guayaca’ con todo lo que ha capturado. Para él, la clave está en la interactividad que se ofrezca: “Así en 10 años se vuelven hacer grabaciones y se tiene registro de cómo van los distintos lugares”. Habla de las librerías de sonido, de archivos fonográficos y lo que le falta construir a la ciudad para preservar la memoria sonora.

‘Bogotá Fonográfica’ es el caso colombiano que muestra cómo apropiarse del sonido y hacer de él una escucha interesante. Se realizaron 32 postales sonoras, donde los audios inspiraron la creación de ilustraciones y que finalmente quedó plasmado en un libro y una página web desde 2013. Su presentación es concisa: “Una invitación a recorrer diferentes paisajes sonoros y sonidos que componen su cotidianidad, con la intención de sensibilizar sobre la importancia que el sonido ocupa en la cultura y la sociedad”.

Bolívar Mosquera acaba de presentar su tesis ‘El registro de la zona habitada del Parque Samanes’, que lo acredita como tecnólogo de Sonido y le gustaría recorrer algunas ciudades almacenando en minutos la representatividad de cada una.

Dentro de las 831 hectáreas del parque, ubicado en el norte de Guayaquil, Bolívar guardó 15 pistas divididas en canchas deportivas y zonas recreacionales. “Escogí este lugar porque es una construcción sociopolítica”, justifica.

A 11.7 Km del Parque Samanes, en la intersección de Hurtado y Esmeraldas (centro de Guayaquil) Piedad Delgadillo entona a puerta cerrada —junto a su acordeón— el pasillo ‘El Aguacate’. A los sonidos los asocia con emociones: “Se reconoce la voz de la madre, la voz del padre, los sonidos de la familia, la escuela, las voces de los amigos”.

Para Piedad —nombrada en 2013 rectora del Conservatorio Antonio Neumane— si hubiera que darle a Guayaquil un instrumento, sería la guitarra. Aunque no niega la influencia colonial que traspasa todo: “Nosotros adaptamos el vals y salió el pasillo, el tres cuartos igual; también está el pasacalle que es una derivación del paso doble español”.

Del repertorio de Carlos Rubira Infante —entre sus artistas locales preferidos— menciona dos: ‘Guayaquileño Madera de Guerrero’ como el himno no oficial de la ciudad y la marcha escolar ‘Mi Ciudad’, un estribillo que vincula con su infancia y por eso la enseña en los coros. Le apasiona tanto que no duda en abrir su acordeón y cantar: “Mi ciudad radiante y bella, tienen un río sin igual, tiene cerros esmeraldas y planicie singular”

Tomado del Diario Expreso